Para Protágoras la ley no depende de algún fundamento absoluto, sino que es mero consenso y convención; digamos que funcionan para nuestra supervivencia y se dan a través de un contrato social. A diferencia de Sócrates, que percibe a las leyes de su ciudad como superiores a su propia supervivencia, los sofistas no creen que exista razón para someterte a ellas si éstas no fueran benéficas o útiles.
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