Soneto 116
No admito que se pueda destruir
la unión fiel de dos almas,
no es amor, el amor que no logra subsistir
o se amengua al herirle el desamor.
El amor verdadero es tan constante
que no hay nada que pueda reducirlo,
es la estrella de toda barca errante,
cuya altura se mide, no su brillo.
No es juguete del tiempo,
aunque los labios y mejillas
dobléguense a su suerte,
no alteran del tiempo los agravios,
pues su reino no acaba con la muerte.
Y si eso es falso
y fuera en mí probado,
ni yo he amado jamás,
ni nadie ha amado.
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