jueves, 11 de junio de 2020

Emil M. Cioran | Desgarradura

Lo que es indudable es que el hombre está herido en lo más profundo de su ser, podrido en sus raíces. Uno no se siente verdaderamente hombre más que cuando toma conciencia de esta podredumbre esencial, parcialmente encubierta hasta ahora, pero cada vez más perceptible, sobre todo desde que el hombre ha sacado a la luz sus propios secretos. A fuerza de volverse transparente a sí mismo no podrá ya emprender ni "crear" nada; será su clarividencia, la exterminación de su inocencia, lo que acabe con él. Aunque a veces logre engañarse respecto a sí mismo, nada ya consigue engañarle acerca de la aventura humana. Escoria casi sobrenatural, se dirige hacia una condición límite: un sabio roído por la sabiduría... Podrido y gangrenado, como todos lo estamos, avanzando en masa hacia una confusión sin precedentes, en medio de la cual nos levantaremos unos contra otros como bobos convulsivos, como fantoches alucinados, pues, cuando todo haya llegado a ser imposible e irrespirable para todos, nadie se dignará vivir si no es para exterminar y exterminarse. El único frenesí del que seremos aún capaces será el frenesí del final.

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